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El corazón en llamas no es solo un símbolo del catolicismo. Es el símbolo del mismísimo San Felipe Neri.

Vivió en Italia en el siglo XVI. Fue un predicador de renombre. Introdujo la tradición de las peregrinaciones a siete iglesias. Fundó un oratorio en la iglesia donde servía, un lugar donde cualquiera podía acudir para conversar sobre las Escrituras, las obras de los santos y la fe. Dedicó mucho tiempo a la música sacra y a los himnos.

Felipe Neri se convirtió en el fundador de la denominación Oratoriana.

En su juventud, en 1544, le ocurrió un acontecimiento místico, difícil de explicar, pero confirmado por documentos.

Pasó la noche en oración ante las tumbas de los primeros mártires en las catacumbas de San Sebastián. Su corazón se llenó repentinamente de una gran alegría y una luz extraordinaria lo iluminó. Vio ante él una bola de fuego que le entró por la boca y se detuvo en el corazón. Esto le provocó una hinchazón tan grande que le rompió dos costillas y le deformó notablemente el costado. Posteriormente, el científico que le realizó la autopsia al santo registró este hecho.

Quienes interactuaron con Felipe Neri afirman que, al acercarse a él, podían sentir el calor de su corazón. Y sus latidos se oían desde la habitación contigua.

El fuego del corazón calentaba tanto al santo que en invierno andaba sólo con camisa y no pasaba frío.

Y cuando el Papa ordenó a todos los sacerdotes usar vestimentas blancas para la confesión, Felipe Neri acudió al Papa para explicarle que no podía cumplir con esta orden: no soportaba llevar otra prenda sobre el pecho. Y el Papa le concedió un permiso especial.

Se cree que de esta manera el Espíritu Santo descendió sobre Felipe Neri durante la oración, así como, según las Sagradas Escrituras, descendió sobre los apóstoles en lenguas de fuego sagradas.